La joven, vecina del pueblo, cosechó sendos triunfos en competiciones de pileta y de aguas abiertas desde que comenzó a competir una década atrás. Aunque estuvo alejada de los entrenamientos por priorizar sus estudios, hoy, a sus 20 años, volvió al agua para nadar en dos certámenes de alta exigencia y bajas temperaturas.
La maratón acuática Hernandarias – Paraná exigía, hasta el último año en que se realizó, resistir en el agua 88 kilómetros a lo largo del río Paraná. Para clasificar y poder participar en dicho certamen, se realizaba una prueba de 55 kilómetros. Cuando la sanvicentina Rosario Noceda se tiró al agua para completar esa preliminar tenía 17 años. Y la completó.
La primera vez que la joven se metió a una pileta fue a los dos meses, cuando su papá la hizo chapotear en el agua. Como el medio parecía gustarle, a los 10 meses la anotaron en clases de matronatación con su abuela. Desde ese entonces, no hizo más que seguir avanzando dentro del agua. A los 9 años la inscribieron en el club Brown de Adrogué y una de las entrenadoras le vio condiciones y le ofreció un lugar en el equipo de natación: era Noelia Petti, la reconocida nadadora de aguas abiertas. Con un plan de entrenamiento, Rosario comenzó a competir. A los 10 años lo hizo por primera vez en los Juegos Bonaerenses y allí se federó. “Competí en el campeonato argentino, en el circuito amateur. De los más importante que hice en aguas abiertas fue el Sudamericano de 2014 en el lago Curauma, en Chile. La clasificación fue en Necochea. Fue en la escollera que nadamos, eran 7 kilómetros y medio en un rectángulo. Variaba mucho la corriente y costaba en una parte”, recuerda Rosario. Desde ese primer torneo Bonaerense, Rosario hizo varios podios en diversas categorías.
Hace unos años, la deportista debió afrontar una decisión importante: la secundaria se acercaba a su fin y si optaba por seguir estudiando, eso significaba resignar la posibilidad de entrenarse aún más intenso para tratar a llegar a un nivel de elite. “Si hubiera podido seguir entrenando, lo hacía. Ya para mejorar tenia que entrenar doble turno, tenia que mudarme. Era no estudiar y entrenar y llegar a lo mejor, o estudiar. Puse la balanza el estudio porque el día de mañana quiero tener una familia, quiero sustentarme y quiero tener un estudio. Empecé para profesora de educación física, entrenadora en deportes e instructora en clínicas técnicas y de buceo”.
El factor psicológico no le es ajeno a la natación: hay competencias de muy larga duración en las que se tiene que estar preparado mentalmente para afrontar el reto. En la clasificación de la carrera Hernandarias, Rosario estuvo a punto de abandonar. “Tengo patente que en un momento de la carrera no podía más pero fue porque durante mucho tiempo la técnica que tenia de recobro de un brazo lo tenia muy bajo. Entonces, en vez de levantar el codo lo tiraba muy abajo. Estuve a punto de operarme del hombro, era mucho dolor. Recién lo estaba corrigiendo cuando nadé la Hernandarias, entonces llegó un punto que a las 5 horas de carrera me dolía todo. Estaba cansadísima y quise abandonar. Mi papa, que me acompañaba en el bote, me puso en una pizarra en la que avisaba cosas ‘Todo ok?’. Y fue el empujoncito que necesitaba, me alentaba, me ayudó. Pensaba en el sacrificio que hacen mis abuelos y ellos por mi y dije, más que por mi, por ellos, sigo adelante”. Y no solo en la anchura del río el apoyo emocional importa: en las piletas cubiertas también pesa. Antes de comenzar a estudiar, el último entrenador de Rosario no estaba muy pendiente del rendimiento e incluso desatendía selectivamente a los nadadores: si el rendimiento de uno aumenta, concentraba su energía en ese y a los demás los relegaba. Rosario probó de comenzar a entrenar una psicóloga de deportistas porque sentía que no estaba entrando al agua con el mismo entusiasmo de siempre. Pero le fue imposible costearlo.
Luego de haber nadado 55 kilómetros, una poco convicente explicación de los organizadores dejaba a Rosario fuera de la gran carrera. La poco convicente explicación derivó en que la edición de ese año fuera el último de la histórica maratón acuática, la más larga del mundo hasta ese entonces, por lo que los organizadores consideraron que eran exesivos gastos en la organización. En la clasificación para el Sudamericano en Chile también casi queda afuera. “Fue un tema. Nadabamos dos turnos, me hicieron una concentración en Santa Fe. Me preparé como dos meses intensos y cuando fui a la concentración, que era de la selección argentina, el entrenador me dijo le dijo ‘Te ganaste tu puesto, la verdad que los huevos que tenés para entrenar no los cambio por nada y vas a llegar muy lejos. Tenés un futuro tremendo’. Fue una locura que me dijeran eso”. La otra nadadora argentina que iba a Chile había llegado a la meta de preclasificación 20 minutos antes que Rosario. En la competencia, llegó 10° y acortó esa diferencia con la compatriota a 5 minutos.
“Me interesa el alto rendimiento, darle a los que puedan entrenar lo que a mi no me pudieron dar. Tener conexión con un nutricionista, con el entrenador físico, con esas conexiones que no pude tener en mi entrenamiento, quiero poder dárselo a otras personas. Siempre me gustó salvar gente, por eso lo de curso de guardavidas. O entreamiento de casos especiales, que tienen problemas cardíacos, de asma, que con el entrenamiento se pueden salvar muchas cosas. Uno puede recuperarse de los problemas y me gusta mucho eso. Trabajar en ese ámbito”. Así se imagina su futuro profesional. “Lo extraño mucho, necesito entrenar, estoy cansada del viaje pero no del agua”.
Para este año, su meta fue retomar la práctica para poder cumplir dos desafíos: uno será nadar en el glaciar Perito Moreno y el otro, cruzar el Canal de Beagle, que se realiza en la modalidad postas. “Nada 10 minutos uno, sale del agua, se tira otro y nada 10. El que quiera la puede hacer, el tema es el agua fría, no te dejan hacerla completa. Te puede agarrar hipotermia”.
Mariano Santos Chamale
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