Incivilidad

Carlos se tuvo que bajar del colectivo cerca de parque Las naciones, en Guernica. Un piquete de familias sin luz impedía avanzar el tránsito. Del otro lado del corte, hacia Alejandro Korn,  no había colectivos para hacer trasbordo. Ya habían pasado unos minutos de las 23. Sin otra opción más que emprender la marcha a pie hacia su casa del barrio Santa Ana, se encontró de pronto caminando por la Peatonal 210 junto a otras personas que también querían llegar a sus hogares. Ya los trenes no circulaban, ir a la estación de Guernica a esperar uno era inútil y aunque hubieran querido, la vía también estaba interrumpida por una protesta.

Cerca de la curva del Roll, detrás de un canasto de basura, Carlos advirtió que alguien se movía en las sombras. Caminó unos pasos más y la persona que lo estaba esperando comenzó a correrlo por la ruta. Carlos corrió en diagonal y logró evitar que lo asaltaran. El ladrón se perdió de nuevo entre la oscuridad, a la espera de una nueva posible víctima. Carlos se acercó a dos hombres en búsqueda de compañía y les dijo que lo habían querido asaltar. Los dos sacaron cuchillos de sus ropas. Carlos les pidió que se calmaran, y les explicó que recién lo habían querido asaltar. Los dos hombres guardaron sus cuchillos. “Pensamos que nos ibas a afanar”, le dijeron. Las tormentas fuertes demostraron que, más allá de las ramas caídas, lo que siempre está a punto que quedar volteado en la esquina de una calle es nuestra capacidad de seguir viviendo en comunidad.

Con comprensible enojo, las personas que se debían movilizar por estos días se toparon más de una vez con quema de gomas y ramas que impedían el paso por las principales avenidas del distrito. En las calles circundantes pasar era una lotería porque en algunos lugares se cobraba “peaje” a los que querían transitar, se apedrearon al menos dos colectivos y hubo hasta robos. La queja de los que no podían transitar se replicó en la calle y en las redes digitales

Hay una parábola de un maestro que, mientras caminaba por un sendero, ve a un alumno suyo que cayó a un río y se aferra a una rama de un árbol para no ser arrastrado. El maestro comienza a reprocharle que ese día se había escapado de la clase y que, si no lo hubiera hecho, no estaría en ese momento en esa situación de peligro. El maestro, luego de otros tantos reproches, auxilia al joven cuando este estaba casi sin fuerzas para sujetarse al árbol que impedía que lo llevara la corriente. Casi que es calcada la situación que se da en los cortes: la conjetura de que quienes protestan están colgados de la luz, que no pagan sus impuestos y demás consideraciones, prevalece, como si el estado no debiera velar primero por tratar de normalizar la situación, ver qué necesidades tienen por causa de la tormenta para luego si, días más adelante, tratar de comenzar de una buena vez con la regulación de esos barrios que ya existen, están configurados como tales y se les debe una planificación que los integre al tejido urbano para que tengan acceso a los servicios básicos y tributen, como corresponde, los impuestos y las facturas de luz, gas y agua.

La necesidad pareciera volvernos primitivos. Gran parte del distrito estuvo sin luz durante el domingo mientras los vientos se desataron. Cuando se apaciguó, las quejas por la falta de luz afloraron en las redes digitales y en las llamadas y mensajes a conocidos y familiares con los que se chequeaba que estuvieran bien, incluso con promesas de quemar las oficinas de Edesur si no volvía pronto el servicio eléctrico. A medida que la luz se restableció, las quejas fueron por los cortes de calles de aquellos que ya cumplían más de 24 horas sin energía eléctrica. Hoy, miércoles 8, cerca del mediodía, cuando ya pasaron más de 48 horas de la tormenta, sigue habiendo cortes por falta de luz en las mismas esquinas donde cada vez que una inclemencia climática azota el distrito la luz no vuelve por varios por varios días. Y se retoma el ciclo: se emparcha el sistema eléctrico, se hace más profunda una zanja, a la espera de la próxima tormenta.

No se puede culpar al estado por una tormenta de grandes proporciones. Podremos debatir si los desmontes y la expansión de la frontera agrícola, con la venia de los funcionarios, contribuyen a eso, pero es tema de otro argumento. Sí se tiene que responsabilizar al estado por no tener un plan de contingencia para estas situaciones y no lograr contenerlas. Si ya se sabe de antemano que hay zonas que pueden tener serios inconvenientes durante una tormenta: ¿por qué no se planifica la forma de abordar las necesidades? ¿Por qué se llega al extremo de cortar una calle porque los vecinos no tienen luz y nadie se acercó a verificar en qué condiciones estaban, como se escuchó en muchos cortes?¿Por qué, si cuando hubo temperaturas elevadas,esos mismos vecinos cortaron la calle por falta de luz, no se previno que en ese lugar una tormenta puede ocasionar la interrupción del servicio eléctrico en ese lugar y se les dio solución más pronto? ¿Por qué se permite que haya quienes cobren “peajes” para pasar a solo una cuadra de las avenidas principales? ¿Por qué en estas situaciones no hay una guardia permanente que, hasta que se normalice la situación, le asegure a decenas de vecinos poder llegar a sus casas y no tener que caminar de Guernica a San Vicente, como ocurrió anoche, porque el transporte público dejó de circular? ¿Por qué todo se torna caótico, despriorizado? ¿Era necesario apilar prolijamente las ramas en el viejo Casal cuando todavía hay postes y ramas caídas en algunos barrios periféricos?

Mientras esperamos la próxima tormenta, muy probablemente no vaya a pasar nada de eso y las preguntas sigan sin respuestas. No pasó durante el tornado de 2008 ni en las inundaciones de noviembre de 2013 y febrero de 2014, cuando esos barrios ya existían pero más chicos. Mientras esperamos la próxima tormenta, se podría ir revisando cómo afrontaremos la próxima lluvia intensa o, mejor dicho, si las obras que se han hecho y las que dicen que se han hecho estarán preparadas para cumplir su función. Mientras esperamos la próxima tormenta, habría que revisar cómo se atendieron las prioridades para evitar el caos en la calle por una situación ya de por sí caótica como es una fuerte tormenta. Mientras esperamos la próxima tormenta, deberíamos pensar cómo hacemos para evitar que un simple viento fuerte nos vuelva a poner, a todos, al borde de la incivilidad.

Foto de portada: vecinos caminado hacia San Vicente pasada la medianoche de hoy por avenida Presidente Perón por falta de colectivos.

Mariano Santos Chamale

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