La inhalación de esta sustancia tóxica se produce generalmente por la combustión producida por artefactos de calefacción utilizados en ambientes cerrados, sin ventilación. Por eso, es clave controlar cada invierno las instalaciones y mantener el hogar bien ventilado.
Los síntomas del padecimiento, que puede afectar a personas y animales, suelen ser variables, y quienes tienen mayor riesgo son los niños pequeños, los adultos mayores, las personas con enfermedades cardíacas o pulmonares y los fumadores.
Quienes lo sufren notan: dolor de cabeza, náuseas o vómitos, mareos, acompañados de cansancio, letargo o confusión, desmayo o pérdida de conocimiento, alteraciones visuales, convulsiones y, en casos de gravedad, estado de coma.
Por ello, a modo de consejos básicos especialistas piden ventilar los ambientes, no usar hornallas y hornos para aclimatar la vivienda y revisar con personal matriculado anualmente los sistemas de calefacción.